
Lo que la psicología sabe es que cualquier experiencia traumática, y estas situaciones lo son, pueden producir cambios psíquicos. En estos casos, la simple creencia de que pueda ocurrir puede propiciar que ocurra, es decir: Si una persona cree que puede sufrir cambios, no necesitará muchas sugestiones adicionales para que se somaticen esos cambios. Una de las causas del anonimato de los donantes, además de la protección de la confidencialidad, es para evitar que los pacientes receptores de la donación puedan crearse una idea de la personalidad del donante y ello les afecte.
Independientemente de esto, la ciencia no admite ninguna posibilidad conocida que pueda explicar que un órgano trasplantado pueda afectar la personalidad. Pero esto no significa que no pueda darse el caso. De hecho, existen muchos casos conocidos donde los pacientes han experimentado cambios muy notables en gustos o tendencias y éstos coinciden plenamente con la personalidad del donante. Estas situaciones solo se pueden explicar de dos maneras: como una enorme casualidad o como una típica situación de causa-efecto, es decir, que realmente un trasplante pueda producir un cambio de personalidad.
Esta última posibilidad significaría necesariamente que los órganos, de alguna manera, forman parte de la mente y que ésta no se forma únicamente por la acción del cerebro.